El
protocolo, esa disciplina esencial de costumbres, historia y normas que regula
la disposición, tratamiento y ordenación de todos los elementos y actores de la
vida social y política, está prácticamente ausente cuando no olvidado, de los
contenidos formativos de seminarios, cursos, talleres, postgrados, etc.
relativos a la comunicación política, asuntos públicos o lobby, con lo que esto
supone de déficit formativo para los alumnos que asisten a los mismos.
Y
esto es realmente grave, pues nos encontramos así con profesionales de la
comunicación política, asesores y a los propios políticos con un importante
desconocimiento en todo lo relativo al protocolo, en un campo donde a través de
éste se transmiten mensajes de gran transcendencia, pues el protocolo y la
política han ido siempre estrechamente unidos, desde los más importantes actos
políticos como puede ser la Proclamación del Rey o la toma de posesión del
Presidente del Gobierno, hasta la del más humilde alcalde, pasando por la
inauguración de una escuela, la celebración de un acto público, la reunión con
líderes ciudadanos, etc.
El
protocolo es la liturgia del poder, por lo que no se entiende que esté
relegado, cuando no ausente del currículo de centros universitarios o de los
programas de formación de consultoras especializadas en comunicación política,
toda vez que los alumnos y asistentes a dichos cursos o másteres deberán
desarrollar en mayor o menor medida su actividad profesional en un ámbito donde
el protocolo será necesario, sino imprescindible, ya que permite al político y
su equipo de asesores conocer el lugar que le corresponde en un acto, situarse
adecuadamente en una “foto de familia”, saber en qué orden intervenir a la hora
de pronunciar un discurso, comprender como hay que recibir o despedir a una autoridad
o la colocación correcta de banderas.
Con
una formación adecuada en protocolo, evitaremos encontrarnos a políticos y
miembros de sus equipos que no saben cómo dirigirse a una determinada
autoridad, persona, institución u organización, que cometen errores en la
preparación y organización de un acto, que no saben cómo vestirse para un
determinado evento o reunión, o que desconocen todo lo relacionado con el
funcionamiento de las diferentes instituciones del Estado y su historia,
costumbres y ceremonial. Que ignoran lo relacionado con las precedencias, los
símbolos y los tratamientos honoríficos, por no mencionar el protocolo en la
Constitución de 1978, el protocolo con la Familia Real, el relacionado con los
tres poderes del Estado o el protocolo en comunidades autónomas y
ayuntamientos.
La
actividad política exige cada vez más contar con una preparación adecuada que
pasa, aunque algunos no lo vean, por conocer todo lo relativo al protocolo si
se pretende que las relaciones políticas e institucionales sean fluidas y
correctas. La formación multidisciplinar en comunicación política exige contar
con el protocolo para que ésta sea completa y dé a los alumnos de estos cursos
un valor estratégico y diferencial superior al que ahora tienen.
CharlesMaurice de Talleyrand, político y diplomático francés que vivió a caballo entre
los siglos XVIII y XIX, dijo en una ocasión que “sólo los tontos se burlan del
protocolo. Simplifica la vida”, frase que actualizada a día de hoy y referida a
la comunicación política vendría a decir que sólo los tontos ignoran el
protocolo y no lo estudian, perdiendo de este modo la oportunidad de poner en
valor su actividad profesional y de posicionarse estratégicamente frente a sus
adversarios políticos.