El primer mensaje de Navidad de Su Majestad
Felipe VI de España, esperado con lógico interés por ser el primero del nuevo
monarca y por la reciente decisión judicial que casi con total seguridad
llevará a su hermana al banquillo de los acusados, fue una prueba superada
tanto en la forma como en el contenido de las 1.643 palabras desgranadas a lo
largo de los 13 minutos y 25 segundos que duró el mismo.
En la forma porque con el objetivo de marcar
diferencias con los mensajes de Don Juan Carlos, en marcos más solemnes e
institucionales del Palacio de la Zarzuela, Don Felipe optó por un escenario
mucho más cercano, perfectamente equiparable al salón que puedan tener muchos
españoles en sus casas, lo que sin duda creó un entorno más cálido.
Fotos familiares de la Reina, de la Princesa
de Asturias, de la Infanta Doña Sofía y de los Reyes Padres el día de la
abdicación, un sencillo belén en nada parecido a los barrocos que aparecían en
los mensajes de su padre y una también sencilla decoración navideña ayudaron a
los españoles a identificarse con ese escenario. Todo ello con un único y claro
objetivo, hacer que los telespectadores no fijaran su atención en nada que no
fueran las palabras y gestos del Rey.
Lenguaje gestual perfecto. Piernas cruzadas y
manos sobre ellas, que movió muy acertadamente, acompañadas de una adecuada gesticulación
del rostro. Todo ello con la correcta entonación y modulación de la voz para
poner el énfasis en aquellos pasajes de su discurso que así lo exigían.
El vestuario también muy correcto y sobrio.
Traje gris con camisa blanca, gemelos y corbata azul con pequeños dibujos
blancos.
En lo que tiene que ver con el contenido hay
que decir que tocó todos los temas que interesan y quitan el sueño a sus
compatriotas, como son la corrupción, la situación económica, el descrédito
sufrido por las instituciones, Cataluña y el futuro ilusionante que debe estar
asentado en un magnifico pasado del que algunos ahora reniegan o pretenden
ignorar y demoler.
En cuanto a la corrupción fue claro al
señalar los males que en este sentido nos aquejan y la necesidad de una profunda
regeneración social, mientras que sin citar expresamente a su hermana, Doña
Cristina, subrayó que “las conductas que se alejan del comportamiento que cabe
esperar de un servidor público provocan, con toda razón, indignación y
desencanto” para añadir una frase esencial referida también al procesamiento de la Infanta, cuando dijo que “debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción”. Más claro, agua.
Respecto a la situación económica, Su
Majestad no fue tan optimista como hace unos días Rajoy, y habló en presente de
la misma al mencionar los alto índices de desempleo que “son todavía
inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos
hombres y mujeres que llevan tiempo en el paro”, para añadir que “es cierto que
nuestras empresas son punteras en muchos sectores en todo el mundo; pero
también lo es que nuestra economía no ha sido capaz, todavía, de resolver de
manera definitiva este desequilibrio fundamental”. Todo ello con el objetivo de
poder seguir garantizando nuestro Estado del Bienestar.
Sobre el auge del independentismo en Cataluña, el Rey hizo en contra de lo habitual en este tipo de mensajes, una
alusión clara y expresa a la situación creada en esa región española y aludió a
lo emocional al referirse a que “millones de españoles llevan, llevamos, a
Cataluña en el corazón. Como también para millones de catalanes los demás
españoles forman parte de su propio ser” para añadir a continuación que “nadie
en la España de hoy es adversario de nadie”.
Además, subrayó que los desencuentros no se
resuelven con rupturas emocionales o sentimentales e hizo un llamamiento al
entendimiento y al diálogo cuando expresó la necesidad de hacer un esfuerzo
leal y sincero para “reencontrarnos en lo que nunca deberíamos perder: los
afectos mutuos y los sentimientos que compartimos. Respetemos la Constitución
que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y
libertad”.
Las palabras “futuro” y “esperanza”, fueron
también eje del discurso de Don Felipe en este primer mensaje de Navidad a los
españoles, a los cuales recordó que “afortunadamente, no partimos de cero, ni
mucho menos, y, por ello, no debemos olvidar lo que hemos conseguido juntos con
grandes esfuerzos y sacrificios, generación tras generación; que es mucho y lo
debemos valorar con orgullo”, para añadir que tenemos la responsabilidad de
corregir fallos para “mejorar y acrecentar los activos de la España de hoy, con
la vista puesta en un futuro que nos pertenece a todos los españoles”.
Una clara advertencia a los ciudadanos para
que permanezcan alerta ante aventureros irresponsables que aprovechando las
dificultades por las que pasa nuestro país, ponen en serio peligro la estabilidad política de la que disfrutamos desde hace casi 40 años con propuestas fáciles, demagógicas y populistas.
Un solo pero tiene el mensaje en cuanto a
contenido, no haber mencionado a las víctimas del terrorismo, que aunque no se
cometan ya atentados, hay muchos hogares de los que anoche estuvieron ausentes
cientos de inocentes asesinados inútilmente y a los que no hay que olvidar
nunca.
En definitiva, prueba superada para Su
Majestad el Rey en su primer mensaje de Navidad, cerrado en español, catalán,
vasco y gallego y donde como ocurre en otras monarquías parlamentarias
avanzadas, el soberano se dirige a sus compatriotas a través de circunloquios,
como no puede ser de otro modo, como consecuencia de la propia naturaleza de su
autoridad y representatividad, expresándose con gestos y palabras medidas pero
muy cargadas de contenido social y político.
Publicado en Top Comunicación
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